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Mucho de lo que pasa en nuestras vidas ocurre “debajo del radar” de nuestra conciencia. Así que hacernos conscientes de cada característica de nuestra personalidad en la que podríamos concentrarnos en el trabajo de transformación interior es una tarea bastante ominosa; no hay suficiente tiempo en la vida para lograr eso.
La buena noticia es que no tenemos que ir a tales extremos. Puede ser suficiente comprender dos cosas:
Tu pensamiento es creación, dado que tú eres Conciencia, y la Conciencia trae el universo a la existencia, segundo a segundo, por medio del poder de Su voluntad irrestricta.
En el micro-nivel de nuestra propia existencia, cada uno hace exactamente lo mismo. Es solo que mientras que la Conciencia está siempre atenta y consciente, sabiendo exactamente qué es lo que está trayendo a la creación, nosotros tendemos a… distraernos y producir resultados que nunca esperamos, deseamos o siquiera soñamos.
La filosofía del yoga enseña que la Conciencia se revela a Sí Misma como el universo a cada instante a través de un “proceso” conocido como pañchakritya, los Cinco Actos de la Conciencia. Todo cuanto existe surge a la existencia a través de esos cinco actos y a través de ellos todo tiene su momento de disolución.
Este hermoso entendimiento, que proviene de las enseñanzas del Shivaísmo de Cachemira, nos permite comprender, y experimentar, nuestra participación activa en la creación del universo, en su sostenimiento y en su disolución, al tiempo de permitirnos apreciar la Realidad y reconocernos como individuaciones de la Divinidad. Experimentarte como ‘copartícipe’ en este proceso, te permite entender y experimentar que los Cinco Actos son llevados a cabo por cada uno de nosotros todo el tiempo y nos permiten comprender que el Supremo es la causa última de todo en el universo, pero, al mismo tiempo, nos hace partícipes a cada uno de esa creación. Dicho de otra forma:
Por agencia del Ser cada uno es creador de su propio mundo
Si el mundo es como tú lo ves, es porque tú creas el mundo en el que vives. ¿Qué podría significar este entendimiento para nuestro desarrollo espiritual y psicológico?El mundo en el que vives resulta de una red de relaciones, conexiones y vivencias psicológicas y emocionales que tienen significado para ti, pero que no existían antes de que tú las experimentaras. Tú no solo vives en esa red, sino que participas en su diseño y en su creación. En pocas palabras, tú haces tu mundo y ese mundo es solo para ti.Tú eres el único productor, director y actor en la película que es tu mundo y tu vida… Todo has sido tú, todo lo hiciste tú y todo cambio debe venir de ti.Todos vivimos en el mismo mundo, pero el mismo mundo—el mismo conjunto de experiencias, conexiones, relaciones, eventos y circunstancias—significa cosas muy diferentes para cada persona, y el conjunto de significados resultante que tú experimentas no existe para ningún otro ser humano.Nadie, absolutamente nadie, ve, entiende, experimenta, siente el mundo de la misma manera que tú, porque el mundo es para ti como tú te relacionas con él. Y ese mundo constantemente te moldea, te reforma, te cambia y te construye al mismo tiempo que tú lo moldeas, lo reformas, lo cambias y lo construyes.
Tú creas al mundo y, al hacerlo, te creas a ti misma.
¿Cómo creas tu mundo?
El pensamiento es creación. Algunos de nuestros pensamientos son descriptivos, otros narrativos, unos más son interpretativos, pero cada pensamiento representa e interpreta aspectos selectos de lo que entendemos como realidad. Normalmente, te identificas con tus pensamientos e inviertes una cierta cantidad de energía en sostenerlos en la mente. Tras cierto tiempo, abandonas esos pensamientos, dejas que se disuelvan y rápidamente los sustituyen nuevos pensamientos; cada pensamiento deja en ti un cierto “sabor”, quizá malestar, desasosiego, duda, enojo o quizá calma, gozo y alegría y, al final, da inicio un nuevo ciclo.
Son cinco los Actos de la Conciencia:
Puedes ver los tres primeros de estos cinco actos en la Creación de un pensamiento cuando surge en tu mente, al imaginar algo, al recordar algo. Puedes ver el acto de Sostenimiento al prestarle atención a ese pensamiento, enfocarte en él, reflexionar en él, brindándole energía para que siga existiendo en la mente. Finalmente, puedes ver la Disolución del pensamiento al abandonarlo o retirarle tu atención.
Respecto de los otros dos actos: Puedes Ocultar el origen divino del pensamiento, considerarlo como un suceso común y corriente, sin importancia, o bien, puedes Revelar a ti mismo el hecho de que ese pensamiento es una manifestación de la Conciencia Suprema, que tiene lugar a través de tu mente y es, de hecho, una forma de Conciencia, una pulsación divina del Ser; el Revelarte la naturaleza divina del pensamiento es, en sí mismo, un acto de Otorgamiento de Gracia.
Es fácil observar estos actos en un ejemplo sencillo como un pensamiento aislado, ¿no crees? Tengo un pensamiento, le presto atención, le retiro mi atención, lo desestimo como irrelevante: Actos 1, 2, 3 y 4. O bien, tengo un pensamiento, le presto atención, le retiro mi atención, lo considero una manifestación de la pulsación divina del Ser Supremo: Actos 1, 2, 3 y 5.
No es tan fácil, sin embargo, comprender y observar estos actos de creación universal en un objeto de percepción exterior, en algo físico, pero es el mismo proceso. Resulta más difícil porque estamos acostumbrados a entender el mundo a través de los ojos y mis ojos me dicen que no he creado ese semáforo que estoy viendo al conducir mi auto y también me dicen que una vez que crucé esa calle definitivamente no disolví ese semáforo. ¡Claro que siguió existiendo!
Veamos un ejemplo:
Al conducir tu automóvil por cualquier calle de la ciudad, llegas a una avenida y tus ojos se dirigen al semáforo, particularmente a la luz roja del semáforo. En ese instante surge en tu mente lo que podríamos llamar “mente semáforo” (Creación) y le brindas atención (sostenimiento).
Cuando nos enfocamos en algo, la mente toma la forma de ese algo, ¿lo has notado? Por unos instantes, tu mente ha tomado la forma de semáforo. No creaste el semáforo, pero creaste la “mente semáforo”.
Después de un minuto, el semáforo cambia de luz roja a luz verde. En ese momento ocurren los actos 3 y 4 o 3 y 5 para la luz roja y vuelve a empezar el ciclo: Desaparece tu mente semáforo en luz roja (disolución) y habrás Revelado (anugraha) la divinidad subyacente al semáforo y a la mente semáforo, o la habrás Ocultado (nigraha) considerándola como algo irrelevante, mundano, intrascendental o sin siquiera prestarle atención.
De inmediato habría surgido el siguiente proceso en rápida sucesión: Creación de la luz verde, su Sostenimiento por los instantes en que tardas en poner el coche en marcha, su Disolución al cruzar la calle y dejar el semáforo atrás. Y, por supuesto, estaría presente uno de los últimos dos actos, Ocultamiento (nigraha) o Revelación (anugraha).
Como puedes apreciar, los últimos dos actos dependen del entendimiento y también de la atención: Al ignorar la realidad universal, nuestros procesos siempre terminan en nigraha.
Mantener un estado de positividad a lo largo de nuestros días se podría ver profundamente influido por nuestro esfuerzo por entrenarnos para terminar cada ciclo de pensamiento en anugraha con más y más y más frecuencia.
En cuanto surgen tus emociones (creación), nos entrenamos para hacernos capaces de reconocer esa creación por lo que es en realidad: La energía espontánea de la naturaleza de tu propia mente. Ser capaz de reconocer una emoción de esa manera al instante en que surge nos permite librarnos de sus efectos negativos y dejar que se disuelva de nuevo en la pureza primordial de la mente.
Un pensamiento no tiene ya el mismo poder para perturbarte si entiendes que es un surgimiento de energía que proviene de la mente primordial, que tiene cierta carga porque el ego se la ha apropiado a la velocidad de la luz para cuando llega a tu conciencia; que si lo dejas ser sin engancharte, se desvanecerá por sí mismo en un tiempo determinado; que el único poder que ese pensamiento tiene para llevarte a la acción o a sentimientos negativos es el que tú le das.
Todo cuanto surge en tu mente se lo apropia el ego, le da un significado, lo interpreta y ese significado te lleva a ciertas conductas automáticas. Si somos capaces de reconocer que esa emoción no tiene un significado por sí misma, sino que es tu ego lo que le asigna significado y, al mismo tiempo, somos capaces de experimentar que esa emoción es una transformación pasajera de la mente, no más que una breve manifestación de la naturaleza de la mente, seremos capaces de permanecer ecuánimes, contentos, en paz. Y desde ese estado de ecuanimidad y sabiduría, sabríamos que somos vehículos, por así decirlo, de la Energía Divina que es Todo, actuando a través de ti, como tú.
Veamos otro ejemplo, uno que te ilustrará cómo encontré que podía aplicar estas enseñanzas en mi vida diaria y mis relaciones personales:
Visualízate sentada al lado de tu pareja en la mesa de la cocina terminando de desayunar. Tu pareja toma el último sorbo de jugo de naranja, se levanta sin decir palaba (quizá pensando ya en lo que tiene que hacer en cuanto llegue a su oficina) y se encamina a la planta alta.
De inmediato, a la velocidad de un relámpago surgen simultáneamente varias creaciones en tu mente:
Con enojo y sarcasmo: “¡De nada! ¡Qué bueno que disfrutaste tu desayuno! Aquí está tu sirvienta…”
Con tristeza: “Ni siquiera me puede voltear a ver…”
Con rencor: “Al rato querrás hablar y a ver quién te hace caso…”
El momento de creación no ocurre, como seguramente te has dado cuenta, con pensamientos aislados: Tenemos pensamientos, reacciones a los pensamientos, opiniones sobre las reacciones, pensamientos adicionales sobre esas opiniones y un interminable etcétera, pero consideremos que son todos una sola Creación, por ahora.
Junto con esa Creación surgen emociones, sentimientos y, te habrás dado cuenta también, reacciones físicas en tu cuerpo: Una opresión en el estómago con el sarcasmo, un piquete en el pecho por la tristeza, se frunce tu ceño y se aprieta tu mandíbula por el enojo.
Por unos momentos más permaneces sentada entreteniendo estos pensamientos, con sus emociones y sentimientos. Te levantas y llevas tus platos al fregadero y contemplas la posibilidad de dejar sus platos en la mesa hasta que regrese del trabajo… ¡Qué aprenda que tu función no es limpiar lo que él va dejando sucio!
Este es el periodo de Sostenimiento: Sigues entreteniendo esos pensamientos, dándoles energía para que sigan existiendo en tu mente (y, claro está, produciendo nuevas interminables creaciones una encima de otra, junto con otra, derivada de otra, sin fin).
Al final, decides levantar sus platos, no por él sino porque a ti te molesta ver la mesa de la cocina desordenada y con platos sucios, y al llegar al fregadero empiezas a pensar en lo que tienes que hacer durante el día.
No te diste cuenta, pero ya ocurrieron los Actos 3, Disolución, al dejar esos pensamientos atrás, y el Acto 4, en que se quedaron en tu mente, en tu corazón y en tu cuerpo los sentimientos, las emociones, los pensamientos de ese ciclo, con sus correspondientes samskaras y karma.
¿Qué tal si te entrenaras para observar tus pensamientos y emociones al momento en que ocurren, reconociéndolos como algo pasajero y sin significado, y por lo tanto sin poder para afectarte? Tu experiencia del episodio entero será diferente.
¿Qué te impide hacerlo ahora mismo?
Orgullo. Ego. Enojo. Ego. Tristeza. Ego. No te es posible hacerlo ahora mismo porque te cuesta tanto trabajo aceptar que el orgullo, la ira y la tristeza no tienen que habitar en tu mente; que no son inevitables; que aunque el mundo entero grite y vocifere que es normal y está bien sentirte así en esas circunstancias, sigue siendo una elección que tú haces inconscientemente, o que la elección la hacen por ti tus patrones condicionados. En pocas palabras, es tu ego que, lastimado, no puede dejar las cosas en paz.
¿Qué tal si pudieras hacerte más fuerte que tu ego? En los Cinco Actos de la Conciencia vemos que, aunque son cinco, solo cuatro actos parecen estar en operación en un momento dado, pero eso no es exactamente cierto: Anugraha es “expansión” y nigraha es “contracción”. Cuando algo se expande, algo se contrae, ¿no es así? Si inflas un globo, se expande, pero la superficie ocupada por el aire alrededor del globo se contrae para dejar un poco más de espacio al globo, ¿no es así?
Cuando la ecuanimidad se expande, el ego se contrae.
Cuando la compasión se expande, tu deseo de venganza se contrae.
Cuando la paciencia se expande, la ira se contrae.
Cuando te haces más fuerte, tu ego se debilita.
El ego se contrae y tú te expandes.
Lo más difícil de la práctica que te estoy sugiriendo es aceptar que los pensamientos y sentimientos que surgen en tu mente no tienen significado. ¿Cómo aceptar que esto que estoy pensando y sintiendo es irrelevante?
Bueno… Visualízate en la situación que te acabo de describir o recuerda alguna por el estilo que hayas vivido. Siente lo que sentiste en esa ocasión; intenta revivirla. Cuando lo hayas logrado, con tanta honestidad como puedas, respóndete a ti misma estas preguntas:
¿Cuál es la importancia de los pensamientos que estás teniendo?
¿Qué te imaginas que ganarías si hicieras algo al respecto?
Es un pensamiento, nada más, ¿qué ocurriría si simplemente lo dejaras ir sin hacerle caso? ¿Qué perderías? ¿Qué te pasaría?
¿Porqué resulta tan esencial hacerle caso a un pensamiento?
Ahora, observa que hay una cierta energía en tu cabeza que se rebela ante esta posibilidad. ¿La notas? Rebeldía ante la posibilidad. Enojo ante la posibilidad. Se siente imposible dejarlo ir. ¡Tengo que hacer algo! ¡No me puedo quedar callada! ¡No tengo porqué dejar que me traten así!
Si te ocurre eso, pon mucha atención a esa voz, a sus palabras, a los sentimientos que te hace experimentar…
Y ahora dile “Mucho gusto” a tu ego… por fin, lo acabas de conocer.
Todas esas palabras, esos sentimientos, esa aparente incapacidad de resistirte con serenidad a sus impulsos; eso que tiene que devolver un insulto, real o imaginario, es tu ego.
Nada más.
Es un primer paso importantísimo ver y reconocer al ego en uno mismo. Como con cualquier otra cosa, una vez que lo has visto se vuelve más fácil reconocerlo en el futuro. Una vez que lo vemos y conforme empezamos a reconocerlo en acción, nos empieza a poner incómodos y nos empezamos a hacer capaces de silenciarlo con más autoridad y con más frecuencia.
Volviendo a nuestro ejemplo: Si te entrenas para observar tus pensamientos sabiendo que en sí mismos no tienen algo de malo, puedes reconocer que en este episodio tu pareja sí se ha comportado un poco mal contigo, pero puedes seguir siendo capaz de respirar de manera pausada y disolver los sentimientos y emociones que surgen.
Si te haces consciente de que esos pensamientos no son más que una emisión de la Conciencia Suprema jugando el rol de esposa ofendida… esa sería una expresión del Acto 5, Revelación; Otorgamiento de Gracia: Otorgas tu gracia con esa energía reconociendo su origen y naturaleza divinas.
El resultado es que no hay depósito de karma en tu psique, como tampoco hay melodrama en tu vida, ni reacción desmedida, ni pelea con tu pareja, ni mala digestión en tu estómago, no hay un rastro de rencor en tu mente, no hay deseo ni intención de venganza que te conduzca a la ira o la infelicidad (y posiblemente a malas decisiones).
Te levantas y das por terminada la experiencia. No es más que una eventualidad sin importancia.
De nuevo, puede ser que tu ego levante la mano y tengas pensamientos de desacuerdo: “No es justo; no está bien dejarse tratar mal”. Nuestro ego encuentra muy difícil aceptar desdenes, reveses, insultos y demás sin replicar, sin contraatacar, pero haz un alto. Respira. Hazte fuerte.
No estoy sugiriendo que trates de interpretar las acciones de tu pareja de manera positiva: “Bueno, es que ha de estar preocupado por algo en el trabajo”, pues no se trata de justificar, mentirnos o engañarnos. Se trata de aprender a estar en paz con lo que hay; de vivir lo que se presente con ecuanimidad y sin involucrarnos en melodramas del ego.
Es posible que tu pareja sí tenga algo en la mente. Es probable que no haya tenido intención de ofenderte y que actuó sin siquiera darse cuenta, pero lo que tú estás haciendo es suspender tu juicio a fin de no brincar al terreno del ego. Pones en pausa la decisión de si hay o no hay una razón para su conducta, sin juzgar de antemano.
Eliges vivir con tranquilidad, porque tus sentimientos producen tu experiencia, ¿recuerdas?
Tampoco estás siendo condescendiente, no lo estás solapando, no estás permitiendo que te trate mal, no. Estás protegiendo tu paz interior. En ese estado de paz interior, expansión de tu conciencia y tranquilidad, puedes ir con él y, de manera pacífica y amorosa, expresar tu pensamiento con claridad y proponer un cambio positivo de su actitud, sin convertir el evento en una batalla campal.
¿De qué manera prefieres vivir?
Se beneficia tu mente al permanecer serena; se beneficia tu cuerpo al no someterlo a los estragos del estrés y la ira; se beneficia tu corazón al no brindarle una experiencia de rechazo y tristeza. Se benefician tus relaciones humanas.
Esta práctica tiene profundos beneficios a nivel espiritual, por supuesto, pero, tu aprendizaje espiritual puede tener aplicaciones prácticas que beneficien tu vida y tus relaciones interpersonales aquí y ahora. Esa es la maravilla de combinar la filosofía del yoga con la psicología occidental.
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